La novela Verano fue un alegre reencuentro con Carlos Caillabet (Rodia mediante, que consintió una-vez-más traerme libros). La leí con un placer continuo, lo que me sucede en muy pocas ocasiones. Sinceramente no encontré piedras en el camino. La prosa es liviana, coloquial y entrañable. El sentido del humor que aparece de cuando en cuando no sólo es efectivo sino que se nota que es genuino y no una construcción planeada al milímetro. En su haber computo igualmente una historia profundamente humana.
Pero es cierto también lo que había leído en otros lados [1][2]: el narrador escribe el punto final sin haber resuelto dos o tres situaciones que, dado el contexto, no pueden quedar abiertas. No pueden porque abiertas no aportan nada y cerrarlas con acierto le ofrecería al lector una visión de conjunto que quedó malograda. El final admite una variante genial: el narrador podría haber nombrado a algunos de los hombres que acompañan a Sin Pen (en cuyo caso, además del efecto, los cabos abiertos tal vez se acercaran un poco más).
Muy recomendable.
Muy recomendable.
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