Trocó la cerrazón en luz eléctrica
A Eduardo Mallea adjudica esta aberración Vargas Llosa, me digo ajustando una sintaxis acorde al ladrillazo. Pero estas notas no refieren al ensayo que el peruano dedica al gran maestro Onetti, que apuntaré en otra ocasión. Viene al caso, sin embargo, porque termino de leer casi todo el volumen de cuentos del Primer Concurso Nacional de Cuentos Premio Paco Espínola.
Más vale empezar por las excepciones: Lucía Lorenzo, segundo premio (me sigue gustando cómo escribe esta muchacha), y Leonardo de León (a quien apodaron Leonardo León), mención, perdón por la cacofonía, perdón, pecado en que, insensibles a reventar, no dudan en revolcarse una y otra vez gran parte de los autores del volumen. No pasará desapercibida la propuesta de Carlos Daniel Tellechea, que con destreza construye una prosa de otro tiempo. El breve relato de Marco Maidana, muy rescatable, hace pensar en el Eldor de Peña.
Por lo demás me he quedado rascándome la cabeza. Y aunque hay excepciones y ya se sabe cuán inútil es ensayar tipologías, me es difícil no ver entre tanta gesticulación al menos dos tipos de cuentos que me desagradan. Los primeros: los explicativos, los que se parecen demasiado a un largo teorema o a una nota forense. Esos cuentos plagados de marcadores discursivos, en los que uno se topa dos por tres con un "no obstante" o aberraciones como "en consecuencia lo que sucedió fue que...", y ni que hablar de las construcciones de tipo si-entonces. A esos narradores que en vez de contar, explican y vuelven a explicar por miedo de que al lector no le haya quedado claro, aire, por favor. Y luego están los otros cuentos, los peores, los tributarios de la frase atribuida a Mallea.
PS: Sol en París, veinte grados, picnics y minifaldas al borde del río, este otro río, menos marrón y más silencioso.
– o O o –
No hay comentarios:
Publicar un comentario